PLAYARIA
10 de septiembre de 2025
Prohibido hablar de quejas, lamentos, problemas, dramas o paranoias. Ese es la única norma del paradisiaco mundo de Playaria.
Playaria, conocido por los mortales que habitan más allá de los muros blancos que la rodea como los Baños del Carmen, está ubicada en Pedregalejo, un barrio costero al este de Málaga.
Tuve la suerte de vivir durante casi un año en El Palo, un pueblo aledaño a Pedregalejo. Durante esa temporada, visité con frecuencia Playaria, a 20 minutos de mi casa para ver los atardeceres y quedar con amigos.
Las playas de la zona este de Málaga se caracterizan por: ser bahías arenosas con farolas en los espigones, tener en sus inmediaciones negocios locales (mayoritariamente de restauración), puestos de espeteros y una masificación de turistas pasada Semana Santa. Pero eso no pasa en Playaria.
Entre la Playa de la Malagueta y dichas playas de la zona este, encontramos Playaria, que no es otra cosa que una playa rodeada por muros blancos donde la barrera contigua a Pedregalejo, inmensamente grande, impide ver el otro lado, dando intimidad al lugar. Playaria lo conforma un restaurante de bodas en un lateral, la propia playa -menos arenosa que sus vecinas- y, como si de una divinidad se tratase, un bosque de eucaliptos que no corresponde con la flora del entorno.
Sin embargo, la característica más destacable de Playaria es la sensación de paz eterna que te surge al estar presente. Encontrándote con personas que van ahí a ver el atardecer con su guitarra al más puro estilo hippie u otros que se traen una hamaca para pasar ahí la noche, en Playaria impera el relax.
Solriente
Durante una de esas tardes en Playaria, compartida con mi prima y sus amigos, conozco a Solriente, un habitual del Playaria y su Emperador Fundador. Solriente pasea en ropa ligera, lleva consigo un micrófono para proyectar la voz y no duda en entablar conversación con quien sea que se encuentre.
Solriente, según nos cuenta, tuvo un pasado dedicado a la televisión donde trabajó en Madrid. Relata experiencias personales y anécdotas con El Gran Wyoming, pero eso ya es parte del pasado. Ahora vive la vida en Playaria. Los miedos de comunicación (sí, miedos de comunicación) ya no forman parte de su vida.
Al ser el Emperador Fundador, Solriente fundó las bases de Playaria, siendo ésta un Estado de Relax donde no se trabaja y el capitalismo no tiene cabida, sin trueques y/o deudas. Solamente es aceptado el sistema de regaleo, el invitacionismo o el gorroneo. Él nos incita a ser emperadores y emperatrices, porque el sistema político de Playaria se rige por un imperialismo absolutista; todo el mundo es lo que quiera ser, sin burocracia de por medio. Con mucho orgullo, acabo nombrado Emperador Community Manager.
Nuestro único compromiso como emperadores y emperatrices es obedecer la única ley de Playaria: no se habla de quejas, lamentos, problemas, dramas o paranoias (no confundir ésta última con posinoias o flipanoias), de lo contrario acabarás yendo al dramatrix en vez del cachondrix.
Con el sol ya cayendo, Solriente nos entrega billetes del banco de cachondeo intergaláctico valorados un millón de gracias, porque efectivamente la moneda de cambio en Playaria no podría ser otro que el dar las gracias.
En uno de mis últimos días de mi estancia en Málaga, me propongo volver a Playaria con la intención de coincidir de nuevo con Solriente. Le visualizo a lo lejos; su inconfundible aspecto no deja lugar a dudas de que es él. Está enrollado en una cuerda que cuelga de un eucalipto. Se acuerda de mi, conversamos amablemente y acepta una sesión de fotos mientras danza del estado de paz absoluta que lleva consigo mismo.
Playaria mide medio kilómetro de largo. Ojalá fuese más grande y ojalá hubiese más personas como Solriente, pero me conformo sabiendo que si algún día tengo una queja, un lamento, problema, drama o paranoia, sabré a donde acudir.